… Y Pedro le seguía de lejos (Lucas22: 54).
Cuando escucho historias de jóvenes que han sido acosados socialmente, noto que hay, al menos, dos niveles de daño. El primero y más evidente surge de la naturaleza malintencionada de quienes los acosan. Esto es esencialmente terrible. Pero hay otra herida más profunda que puede terminar siendo más dañina que la primera: el silencio de los demás. Daña al intimidado porque lo abruma que nadie quiera ayudarlo.
A menudo, esto intensifica el descaro y la maldad de los amedrentadores. Y, peor aun, aumenta la vergüenza, el sentimiento de culpa y la soledad de la víctima. Por eso, es imperativo defender al que sufre y condenar el comportamiento de los agresores (ver Proverbios 31:8a).
Jesús sabe perfectamente lo que se siente al ser acosado y abandonado en el sufrimiento. Sin causa, lo arrestaron, lo golpearon y se burlaron de Él (Lucas 22:63-65). Mateo 26:56 declara que «todos los discípulos, dejándole, huyeron». Incluso Pedro, uno de sus amigos más cercanos, negó tres veces conocerlo (Lucas 22:61). Aunque otros no puedan entender por completo, Jesús sí lo hace.
Cuando veamos que hieren a otros, podemos pedirle al Señor que nos dé valor para hablar sin temor.
Cuando escucho historias de jóvenes que han sido acosados socialmente, noto que hay, al menos, dos niveles de daño. El primero y más evidente surge de la naturaleza malintencionada de quienes los acosan. Esto es esencialmente terrible. Pero hay otra herida más profunda que puede terminar siendo más dañina que la primera: el silencio de los demás. Daña al intimidado porque lo abruma que nadie quiera ayudarlo.
A menudo, esto intensifica el descaro y la maldad de los amedrentadores. Y, peor aun, aumenta la vergüenza, el sentimiento de culpa y la soledad de la víctima. Por eso, es imperativo defender al que sufre y condenar el comportamiento de los agresores (ver Proverbios 31:8a).
Jesús sabe perfectamente lo que se siente al ser acosado y abandonado en el sufrimiento. Sin causa, lo arrestaron, lo golpearon y se burlaron de Él (Lucas 22:63-65). Mateo 26:56 declara que «todos los discípulos, dejándole, huyeron». Incluso Pedro, uno de sus amigos más cercanos, negó tres veces conocerlo (Lucas 22:61). Aunque otros no puedan entender por completo, Jesús sí lo hace.
Cuando veamos que hieren a otros, podemos pedirle al Señor que nos dé valor para hablar sin temor.
Señor, haznos valientes para defender a los que lo necesitan. Ayúdanos a mostrarles que tú entiendes su dolor y soledad.
Comentarios